Orines en la noche

2008-01-22


A menudo me encanta atravesar los pequeños callejones inhóspitos, donde sólo se escuchan tus pasos con reverberación (pequeño eco), tus propios pensamientos te comprimen el cerebro y la vejiga. La oscuridad es lo que te tiene, está ahí pero no la ves.


Pero lo que realmente acongoja y acojona, lo que te induce a pensar que estás fuera de toda civilización y en peligro total, es el aroma a meos y orines que despiden las paredes y los regatos pequenos que, como a los leones y hienas, nos indican que alguien ha estado ahí antes, acechante, mirando hacia los lados mientras marcaba su territorio y dibujaba un símbolo a su elección.


Se da además como resultado una ecuación física de proporcionalidad, donde cuanto mayor es el aroma, mayor la percepción de peligro de la parte baja suroeste del cerebro.


Si el callejón estuviera o estuviese próximo al mar, sería una variable a mayores, porque el aroma suele ir acompañado de olores de defecación al estilo marinero, profesión que dedica una parte de su jornada laboral a este entretiempo y que, sólo en estas zonas susodichas, se acompañan pequeños y no tan pequeños zurullos ya secos por el paso del tiempo y la erosión de los elementos. Sin embargo, aquí la ecuación disminuiría la percepción de peligro, ya que se trata de una variable divisoria que neutraliza si fuese de valor elevado esa percepción, debido a que el cerebro lo toma como algo "familiar", casi simpático, aunque desagradable por momentos.


No sé si os queda claro el tema...