No sin mi bertorella

2010-03-09

   Anguila, cherna, dorada, faneca, lamprea o la controvertida palometa... No podía decidirme por uno u otro pescado. Sus miradas no me decían nada, no sentía sus energías en mi interior, no me empujaba una fuerza centríputa como en otras ocasiones.

   De repente, miré hacia mi derecha y allí estaba. Una bertorella. Su mirada intensa pero llena de vida me llenaba el alma de vivencias antiguas, de aromas oceánicos y frescos goteos en mi cara. Quedé abrumado. Tenía un semblante apacible, con el gesto de un sabio y comprensivo anciano. Me soné los mocos sin perder de vista las sensaciones y mis fuertes impulsos. Levanté mi brazo dirigiéndome a la pescadera, mientras me rascaba la parte interna de la nalga (hacía varios minutos que tenía un suave pero insistente picor, probablemente provocado por la visión de la palometa).

- A ver hombre - dije - que llevo aquí ya media hora!!
- Diga - contestó agarrando fuerte el cuchillo.
- A ver esta Bertorella, a cuánto me la pones?
- La tienes a 6€ el kilo.
- Y entera...cuánto pesa?
  La pescadera resopla...- 3 kilos y medio! - sujetaba más fuerte el cuchillo.
  Hice una regla de tres mental....19€....19€....1...9...€
No tengo suficiente...

    Una tristeza total me embragó de arriba a abajo y viceversa. Mis ojos, ya cristalinos y llorosos, corrieron a buscar a la bertorella de mis sueños. No lloraba de pena, sino de rabia...aunque un poco de pena también tenía. Le dí un beso en la frente cogiéndola con ambas manos y me despedí para siempre. Salí corriendo con un grito ahogado por los pasillos del Gadis.

   Otro tren que ha pasado y no lo he cogido...